Desde marzo en Uruguay se están aplicando las medidas sanitarias que están de moda a nivel mundial, la humanidad está experimentando un escenario de sindemia, y la globalización nos metió de lleno en ese baile
– ¿dónde quedó aquello que en Uruguay las cosas llegan 20 años más tarde?
Estos meses hemos transitado por los más variados estados de ánimo: angustia, miedo, apriete y afloje, reacciones, negaciones y más, acerca de lo que hay que hacer o dejar de hacer para cuidarse del “covicho” (Darwin Desbocatti dixit), para evitar contagiarse o contagiar a los mayores, a nuestros familiares, a los funcionarios de la salud, a quienes estén en las distintas “poblaciones de riesgo”. Hemos visto los pregones de “en 15 días se viene el pico y vamos a morir apilados en las calles”, “los CTIs no van a dar abasto”, “vamos a caer como moscas”, “el Virus no existe”, “es una plandemia”, “nos pusieron el bozal”, “que los ómnibus, que la rural, que la marcha, que el almuerzo del presidente, que Halloween, que las cuerdas de tambores, que tal cosa y tal otra”.
En una época en la que todo se politiza y que por desgracia más y más personas creen que su punto de vista acotado de cada tema es la verdad absoluta, nos encontramos en una situación en la que cuanto mayor apertura a los más variados conocimientos y opiniones, mejor, cuanto mayor empatía por el otro, mejor, cuanta menos confrontación y más unión, mejor.
A pesar de algunas voces que pedían “Cuarentena Obligatoria” (en nuestra Constitución vigente solamente se podría declarando Medidas Prontas de Seguridad) no se han promulgado leyes para coartar libertades, se exhorta a la población a extremar cuidados para poder mantener los números y las condiciones más favorables posibles para evitar el mal mayor, están las recomendaciones del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) que ha ido estudiando y evaluando cada instante, cada brote, cada paso adelante o atrás con las actividades, cada protocolo, realizando modelos matemáticos y aplicando el método científico.
Poco a poco vamos disfrutando de jornadas con más calor, época en la que empezamos a realizar más actividades al aire libre, en plazas, playas, ferias, se vienen “las fiestas”, las despedidas de año, los teatros, a los que nos gusta el carnaval se nos empiezan a mover los brazos a ritmo de marcha camión esperando ese retorno a los tablados, las cuerdas de tambores calientan lonjas cada vez más seguido, y otro sin fin de actividades que hasta el 12 de marzo pasado las podíamos hacer sin dudar y sin cuestionarnos… pero que el día de hoy, y por un tiempo, vamos a tener que realizarlas con cierto “protocolo covid” (hoy todo se llama así), con aforo reducido, con tapabocas y alcohol en gel. Y tener una lista de quiénes participen para saber los círculos de posibles contagios y cuarentenas e hisopados que habría que realizar si aparece algún brote nuevo.
Es obvio que nadie en este planeta (al menos nadie que yo conozca de este planeta) quisiera estar viviendo esta experiencia, pero es la que nos tocó vivir y para superarla de la mejor manera como sociedad, cumplir algunas recomendaciones y exhortaciones no nos van a afectar tanto como sí lo haría que nos obligaran a guardarnos del todo “a punta de pistola y militarización”.
A disfrutar de los emprendimientos que ya están abriendo con protocolos escritos y aprobados, usar tapabocas cuando sea recomendado, mantener distancia física sostenida donde se pueda mantenerla, seguir haciendo énfasis en la higiene personal y el uso de alcohol en gel u otros desinfectantes, y también de a ratos, disfrutar del aire libre y puro que nuestros entornos canarios siempre nos han regalado.
De esta salimos juntos, y la idea es que sabiendo de antemano que no vamos a salir “todos”, los que se nos adelanten en el camino a una nueva vida o lo que sea que pase al morir, sean la menor cantidad posible.
No hay que ser fatalista, no hay que ser paranoico, pero hay que ser realista, minimizar los riesgos y disfrutar esta nueva “A-normalidad” tanto como sea posible.