EMBARAZO DE LUZ
Conocerla fue casualidad.
Caminaba yo sin rumbo por aquellas frías calles, cuando entre los árboles de la acera apareció de improviso.
Era tan delgada y frágil que parecía poder quebrarse muy fácilmente.
Así fue nuestro primer encuentro.
Estaba allí, como siempre, inmóvil, expectante.
Todas las noches me esperaba en un lugar diferente, o tal vez no, tal vez era yo que nunca llegaba a nuestro encuentro a la misma hora.
En suma, estaba allí como siempre.
Yo sé que la miraba y también creo que ella me miraba a mí.
Nuestros encuentros furtivos se fueron sucediendo a lo largo del tiempo
Un día descubrí que su cuerpo había cambiado abruptamente.
Hace muy poco, su elegante silueta, bien delineada y esbelta me hacía soñar con alcanzarla.
Pero como cambió todo tan rápido.
Su cuerpo pasó a ser amorfo, irregular, y no me atreví a comentarle que en esos momentos había perdido parte de su belleza.
No podía ocultar su crecimiento y creo que ella estaba orgullosa de ello.
Hoy nuestro encuentro fue mágico, emotivo; su preñez, su cuerpo grande lleno de luz, hacían que su figura fuera perfecta.
Como tantas otras veces, mantuve silencio ante su presencia, volví sobre mis pasos y la guardé en mi recuerdo, sabiendo que cuando fuera el momento de volver a nacer, la perdería de vista.
Escribo hoy estas palabras en su ausencia, solo como un recuerdo a mi amada luna llena, sabiendo que luego de su menguante se volverá a alejar de mí.
Tal vez hoy, en esta etapa de luna Nueva, donde se hace casi imperceptible para los ojos del hombre, esté dando su brillo en otro oriente, a otro hombre que mire al cielo.
Volverá, de eso estoy seguro, solo espero estar aquí para vernos nuevamente.
Milton.