Con bajada accesible, sillas anfibias y decenas de funcionarios comprometidos, dispuestos a cuidar a personas con algún tipo de discapacidad, el programa “Mar al Alcance” del Gobierno de Canelones se viene desarrollando con éxito, logrando que muchos que estaban privadas de disfrutar de una jornada de sol y playa, hoy lo puedan hacer.
Por Nicolás Mesa.
La mañana de aquel martes hacía mucho calor, el agua estaba clara y tibia. En la bajada de Árbol de Judea, en Atlántida, el movimiento era intenso. Entre la gente que disfrutaba de un baño de mar estaba Cecilia, sonriente, conectada con la naturaleza. Una silla con flotadores la sostenía, con el cuidado de tres atentas funcionarias de la intendencia. No fue un día más para Cecilia, fue su primer chapuzón en la playa. Es que esta jovencita de 21 años de edad, padece parálisis cerebral severa y apenas puede realizar algunos movimientos corporales. Yo fui testigo de ese momento y lo agradezco, porque me causó una fuerte emoción. Me dispuse a tomar fotografías desde la orilla. Junto a mí, una señora observaba en silencio. Era María Margarita, su mamá. Me presenté, le pedí su autorización para tomar las imágenes y le pregunté por su hija. “Ella se hace entender. Yo la conozco bien y te puedo decir que está muy contenta”, me dijo. “Hoy tenía que ir a trabajar, pero pedí libre para poder traerla y te aseguro que valió la pena. Mirá… ahí nomás se está riendo, está disfrutando, y yo hoy soy feliz”.

Ese es el objetivo del programa Mar al Alcance. Lograr que todos, sin distinción, puedan disfrutar de una de las riquezas naturales más importantes del departamento: su generosa costa. Para ello, la bajada de Árbol de Judea de Atlántida sufrió una serie de intervenciones, como una rampa de acceso con pasamanos, la continuación con una alfombra de madera, la creación de un sector de sombra, cambiadores, baños especiales y las famosas sillas anfibias, que cuentan con grandes ruedas de fibra de vidrio, chaleco de seguridad y flotadores laterales.
Pero no solo se trata de infraestructura. También hay un trabajo de organización con el fin de facilitar la llegada de estas personas y sus familias. Todos los martes, un vehículo de Desarrollo Social recoge a decenas de personas para comenzar a disfrutar de una jornada especial. Pasan la mañana en la playa, almuerzan en el Espacio Cultural Pablo Neruda, disfrutan del zoológico y finalizan con una visita al arroyo Solís Chico de Parque del Plata y a su famoso “Sapo Ruperto”. Los miércoles y viernes se realizan jornadas más acotadas, pero con buena actividad playera. Por otro lado, las sillas anfibias y los equipos permanecen todos los días en el lugar, a disposición de quienes puedan necesitarlos.
La historia de Cecilia no es la única. Esa misma mañana, hablábamos con Alejandro Guarnieri, Gerente del área de Promoción Cultural del Gobierno de Canelones, cuando divisé a un “personaje” maravilloso.
Con una enorme sonrisa, estaba Lenys Lemos, de Toledo. Un entrador adolescente de 15 años que jugaba un partido de fútbol con una pelota envuelta en una bolsa de nylon. Le pedimos a Alejandro que nos lo presentara. Lenys es no vidente y la bolsa de nylon es un recurso que encontró para que la pelota hiciera ruido al rodar, y de esa manera poder patearla. Al principio de la jugada, sus amigos parados a la altura de cada palo le hablaban, de modo que él memorizaba la distancia del arco y lograba definir con gran precisión.

“La verdad que yo disfruto mucho estar acá”, me dijo Lenys. “Esto es una gran oportunidad. Yo nunca esperé estar así, venir a la playa y disfrutar con tanta gente. Estoy re contento. Está buenísimo”. Luego nos mostró su habilidad para dominar el balón y se despidió con una invitación para el coordinador: “Después vení que te tiro un cañito”.
“Pensé que no volvería a bañarme en la playa”
El caso de Anibal, un vecino del barrio El Talar de Pando, es bien especial. Hace muchos años tuvo un incidente que lo marcó para siempre. Estuvo a punto de ahogarse y su hermano lo rescató, salvándole la vida. El impacto del suceso fue tal, que Anibal le tomó una especie de fobia al agua. “Pensé que no volvería a bañarme en la playa”, me confesó.
Aquel martes de Mar al Alcance, Anibal tomó la decisión. Se subió por sus medios a la silla anfibia y asistido por tres colaboradores volvió a disfrutar de un baño con olas y sal.
Cuando salió, se mostró satisfecho. “Entrar al agua no es fácil para mí. Es un reto, le tengo terror. Pero hoy vi la posibilidad y me animé. Ahora estoy tranquilo porque me pude bañar y la pasé muy bien”.
“No es una cuestión menor”
A la distancia, la Lic. Delia Bianchi, responsable del área de discapacidad del Gobierno de Canelones, observaba cada escena con atención. Con ella me senté a conversar.
“Vencer las barreras físicas y arquitectónicas, en un sitio en el que habitualmente hay arena y dunas es todo un desafío. El acceso al agua tiene que ver con disponer recursos específicos para que algunas personas puedan acceder. El Espacio tiene que transformarse materialmente”, comenzó.
“Colocar la playa en condiciones de igualdad de acceso no es una cuestión menor, sobre todo en un departamento con tantos kilómetros de costa. Es una acción política significativa”, agregó.

Uno de los aspectos que Bianchi destacó una y otra vez, es el trabajo mancomunado que fue necesario para llevar adelante el programa. En cada jornada de Mar al Alcance participan más de quince funcionarios, de los diferentes departamentos de la intendencia: Unidad de animación, Desarrollo Social, Gestión Ambiental, Deportes, entre otros. Además, cuentan con el apoyo permanente del grupo de guardavidas y del personal del parador “El Chiringuito”. Todos aportan en la playa más inclusiva del departamento.
“Tenemos que darnos cuenta de que más allá de las diferencias, todos podemos compartir el mismo espacio. Hay familias que ingresan con uno de sus integrantes con algún problema de discapacidad, en las sillas especiales, y les dicen: “Mirá, flotás como nosotros”. Ese flotás como nosotros, significa una posibilidad de igualdad”, concluyó.
Llegado el mediodía el grupo se disponía a abordar el bus para ir a almorzar. Yo compré un refresco en el parador y me senté a observarlos. Como Cecilia, como Lenys, todos estaban felices. Tiene razón La licenciada Bianchi, no se trata de una cuestión menor y cualquier esfuerzo que resulte necesario, vale la pena.