Omar Mir
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Omar Mir

MAÑANA

Dejó el olvido en un rincón y cargó la maleta. Cerró sin pasar llave. Caminó hasta la estación del ferrocarril, vacío de pensamientos.

El sol ensayaba un: ya me estoy yendo, cuando llegó al apeadero de “Los Humedales”. Fue el único en descender y único hasta donde daba la vista.

Atravesó los hilos del campo propiedad de la empresa ferroviaria y tomó el viejo sendero, casi oculto por la maleza. Transitó lindero a la chacra del turco Velázquez. “¿De quién sería a esta altura?” “De alguien”, se contestó y apuró el paso.

Caminaba con tiento; la pequeña trocha se empeñaba en parecer ajena. No iba a ceder; ya había dado el primer paso.

El día iba quedando entre dos luces cuando comenzó a pisar sobre el recuerdo. Tanteó la llave que abría el candado de la portera, que sin mediar razón, había guardado.

No sabía por qué sabía, pero sabía que María Luisa, siempre, al caer la tarde y hasta la  próxima aurora, cerraba la entrada, como cerrando su corazón al destino, sin entender que el destino estaba estampado.

El cubre boca del candado no permitía meter la llave. “Lleva tiempo sin abrirse”, dijo en un murmullo, sin ocurrírsele que era la única. Tiró la mochila por encima del cerco y trepó la portera. El sendero por él abierto, culebreaba sin juicio. Nunca había tomado la línea recta. Desde gurí, montado en un varejón de eucalipto, sofrenando al potro mañero, zigzagueaba  desde la portera hasta las casas. Luego, luego, se hizo rutina.

Saltó de una cosa a otra: Aquí la trajo un día. Un día se fue y ella quedó. Diez años de ausencia.

A la distancia la vio, en el porche de madera. Levantó la mano. Desde la mecedora, una mano se levantó. Al acercarse, comprobó que María Luisa meneaba la cabeza, sonriente. “Buen comienzo”, pensó.

Dejó la maleta en los escalones:

– Tuve que volear por encima de la portera; el candado está oxidado.

– Está. –Contestó ella.

– Mañana lo engraso.

– Mañana no estará usted aquí. – Aclaró María Luisa. Y siguió hamacándose.


El Autor

Omar Mir Silva nació en Montevideo en el año 1934. Vivió algunas décadas en la ciudad de Las Piedras y desde el 2006 se radicó en la Costa de Oro, un tiempo en Atlántida, pero principalmente en Parque del Plata. Ha escrito tres novelas, más una multiplicidad de obras teatrales y cuentos cortos. En estas categorías ha obtenido 23 premiaciones. La 5ta. Feria del Libro de Atlántida lo distinguió con un reconocimiento por su aporte a la cultura. La red de Escritores Canarios distinguió al Taller Literario “El Águila”, al cual coordina, por la creación y promoción literaria en la región. También ha coordinado un Taller de Narrativa en A.JU.PEN. Atlántida.                





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