DESTINO
Hace algunos días, revisé mí guardarropas y pensando que se aproximaba el otoño, me di cuenta de que me hacía falta una cartera que combinara con el par de zapatos que compré el mes pasado, y los estrenaría para asistir a la boda de mi sobrino, en abril.
Salí dispuesta a buscar ese accesorio, y encaminé mis pasos hacía la calle San José y Río Branco. En un local de venta de artículos de cuero, había una oferta especial de carteras. Al llegar, vi en la vidriera, varias de colores diferentes, una de color manteca con solapa de piel de zorro rapado, de pelo gris claro, atrajo mi atención; lo más atractivo era que la cabecita servía de cierre, un pedacito de cola colgaba de costado. Me pareció muy original y enseguida la compré.
Llegó el día de la boda; asistí a la ceremonia que se efectuó en la Iglesia de Pocitos a las once de la mañana del día sábado. La misma duró media hora aproximadamente; como no hubo reunión, fui caminando hasta la rambla y me senté a almorzar en un restaurante. Luego viendo que el día estaba muy lindo. El cielo azul, el sol enviaba sus cálidos rayos y había varias personas disfrutando de aquella tarde, me dieron ganas de hacer una pequeña caminata, recorriendo algunas cuadras, antes de ir a mi casa.
Casi había dado por terminado mi paseo, cuando de repente sentí un fuerte tirón en la cartera. Me quedé muy quieta al ver que el autor de aquello, era un enorme perro negro, que sin más se puso a destrozarla. No cabe duda que el animal pensó que en verdad lo que iba colgando de mi brazo era un zorro. Corriendo llegó el dueño de aquel enorme can, y pidiéndome mil disculpas me entregó lo que había quedado de mi preciosa cartera. Se ofreció muy amable para pagarme el atropello de que había sido objeto, lamentando que en ese momento no llevaba su billetera; pero tomó mi teléfono, diciéndome que el lunes mismo me entregaría el valor de lo que había roto su mascota, o si prefería me compraría una igual, para lo cual le di la dirección en donde la había comprado.
Daniel Mendoza, que así se llamaba: rubio de ojos claros, bien parecido, de unos cincuenta años, viudo, cumplió su palabra. El lunes me llamó y me invitó a almorzar en un restaurante del centro, accedí, justo a la hora convenida, nos encontramos. El almuerzo fue muy ameno, él me entregó la cartera pero antes de despedirnos preguntó si podía llamarme pues tenía intención de ir a ver El Lago de los Cisnes, el sábado. A mí me encanta el Ballet y un tanto emocionada esperé a que pasara por mí ese día. Nos hicimos amigos, y desde ayer soy la señora de Mendoza.
La autora
María Ofelia Arreaga Domínguez nació en Guatemala en 1937. En su país obtuvo el título de Perito Contador. Llegó al Uruguay en 1959 donde se enamoró de un uruguayo con quien formó una hermosa familia, y de la Costa de Oro, donde se afincó. Vive en Parque del Plata desde hace 30 años. Fue Cónsul de Guatemala en Uruguay y desde hace más de una década se ha dedicado a escribir. Ha publicado algunas de sus creaciones en el libro “Salvando Los Sueños” y en “Valle de Cuentos”. Recientemente ha terminado su novela, “Angelina“ la cual tiene pensado editar en los próximos meses.